Por Víctor Caro Castro
Las empresas – Grandes, Pequeñas y Micro – son las principales responsables de la generación de empleo, la riqueza y en alguna medida importante también de la innovación, por lo que juegan un rol relevante en todas las sociedades, en sus modelos de desarrollo y su nivel de cohesión social. Sin embargo, también son las principales responsables de la contaminación, el calentamiento global, la concentración de la riqueza, la desestabilización de los mercados entre otras externalidades negativas que genera la actividad productiva; he aquí el desafío de los administradores de las empresas, ser capaces de compatibilizar crecimiento económico con justicia social, económica y medioambiental. Esta ecuación de un frágil equilibrio es lo que se conoce como “Desarrollo Sostenible”.
Este es un desafío titánico que nos obliga a transformar no solo la forma en que organizamos nuestras empresas, sino también en como medimos sus éxitos, si solo consideramos el beneficio que obtienen sus accionistas para determinar que empresas son más exitosas, seguramente llegaremos a una conclusión errada respecto de lo que hoy se exige de ellas; por el contrario si consideramos los efectos que éstas tienen en la comunidad donde realizan sus actividades, las externalidades medioambientales y como distribuyen sus logros económicos entre todos quienes forman parte de éstas, seguramente las posiciones en el ranking de las empresas exitosas cambiaría.
No se trata de desentenderse del rol económico que juegan las empresas dentro de toda sociedad, se trata de entender que el rol e impacto de éstas van mucho más allá. La licencia social, que permite a las empresas desarrollar sus actividades económicas en ciertos territorios, lentamente avanza hacia una legitimación social que le permite a las empresas abordar mercados cada vez más exigentes en el cumplimiento de las normas laborales y medioambientales, con consumidores conscientes cuyas preferencias dan espacio a nuevas formas de producción y comercialización, como es el caso del Comercio Justo, empresas B, empresas sociales, empresas socialmente responsables, entre otras.
En el año 1987 se publicó un informe denominado “Nuestro futuro Común”, que fue dirigido por la Doctora Gro Harlem Brundtland, al que se le atribuye ser el primer documento oficial de la ONU en que se utiliza el término “desarrollo sostenible” y que se entiende como tal a aquel desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer las necesidades de las futuras generaciones.
En la Cumbre del Milenio celebrada en 2000, los dirigentes mundiales contrajeron el compromiso de alcanzar, en el horizonte del 2015, objetivos concretos y mensurables conocidos como los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). Estos ODM, fueron la base actual de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que organizan la agenda mundial de desarrollo con un horizonte al 2030.
Estos ODS entregan a las empresas un papel clave para alcanzar eldesarrollo mundial en la siguiente década. En particular el objetivo Nº 8, que busca promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todos.
Es en este paradigma, en el que las empresas son parte del problema y por tanto deben ser parte de la solución, es donde la propuesta de formación de las carreras de administración y programas de MBA deben poner su acento y organizar sus recursos para contribuir al Desarrollo Sustentable – el único viable para la sobrevivencia de la humanidad – en el presente y futuro a nivel local y global.
Víctor Caro-Castro
Académico Departamento Administración
Codirector del Máster en Cooperación Internacional y Políticas Públicas para la Agenda de Desarrollo 2030, Universidad Complutense de Madrid
Director del Centro de Estudios del Futuro