Por: Alexis Arellano – Gerente Inmobiliaria, Administración, Seguros y Proyectos de Telefónica Chile.
Varios han sido los casos durante los últimos años, donde el rubro inmobiliario ha sufrido un revés producto de temas de índole medioambiental por parte de la comunidad, entes fiscalizadores o la misma jurisprudencia. La sostenibilidad y el desarrollo amigable con el medioambiente ya no es un tema exclusivo para ciertos proyectos que generen un alto impacto a nivel de entorno y recursos, sino que, para cualquier tipo de desarrollo, desde un edificio de cientos de departamentos, hasta una vivienda unifamiliar. El consumidor de hoy en día busca que su vivienda no solamente sea un techo donde habitar y desarrollar su proyecto de vida, sino que cumpla con una variada serie de necesidades adicionales, como el ser neutras energéticamente y que su impacto sea el más bajo posible tanto en su desarrollo como en su construcción, operación y revalorización de los inmuebles.
Ejemplos de proyectos que obviaron o interpretaron de forma antojadiza la normativa, las condiciones arquitectónicas y de entorno, donde primó por sobre todo el beneficio económico del desarrollador o por decirlo de alguna forma, invisibilizaron “las normas del buen construir” que el destacado arquitecto Euclides Guzmán logró permear en muchos de los profesionales del rubro durante generaciones; han ido quedando en el pasado. Los mismos vecinos, los municipios, los ministerios y por sobre todo una activa y crítica comunidad profesional han ido visibilizando este tipo de situaciones que se riñen con el mínimo común denominador que todos buscamos que deba regir cualquier desarrollo inmobiliario en nuestro país. Este nivel de “sobre exposición” ha ido generando que los inversionistas hayan puesto un foco importante en buscar el minimizar los riesgos normativos, de desarrollo, construcción, comercialización y operación de un inmueble, de cara a sentar bases de una participación activa y positiva con su entorno, buscando que los proyectos generen mayores impactos positivos que negativos a su entorno, y que además los impactos negativos estén identificados, cuantificados e idealmente cuente con un plan de mitigación. Esto ha ido motivando que los diferentes inversionistas, privilegien el apostar por proyectos con altos niveles de sostenibilidad.
El futuro de la construcción y del rubro inmobiliario es hoy, y los actores del rubro no podemos sentirnos ajenos de esta demanda social y económica. Chile, al ser un país que posee una vasta extensión, genera importantes desafíos de cara a la industrialización de los procesos constructivos. No es lo mismo el construir un edificio en Alto Hospicio que en Puerto Williams, producto de sus diferentes características climáticas, de suelo, normativas y de lo que espera el propio consumidor de cada zona. Por esto mismo, el mercado ha ido dando respuesta a las diferentes necesidades de innovaciones que mejoren la eficiencia energética y los beneficios en la salud que poseen para sus habitantes. Esta tendencia a la innovación y al buscar el ofrecer un producto más evolucionado no es exclusiva de desarrollos que apuntan a un segmento alto, hablando en nivel adquisitivo, sino que cada vez son más las implementaciones en desarrollos para viviendas de segmentos medios, e incluso algunos ya son apreciables en desarrollos de viviendas sociales.
La pandemia y la crisis económica de los últimos años nos plantean un escenario tremendamente desafiante. Los costos de construcción y de materiales han visto aumentados sus precios incluso en niveles que superan ampliamente la inflación, llegando a ponderados sobre el 30% interanual. Por otro lado, la persistente inflación ha llevado al endurecimiento de políticas de reducción del consumo, viendo aumentos sostenidos en las tasas de interés que afectan el financiamiento tanto de los proyectos de construcción, como de las tasas hipotecarias que requieren muchas familias para financiar la compra de su hogar.
Por ello, para sortear este desafío se requerirá un enorme esfuerzo de todos los actores, tanto públicos como privados, en donde internalicemos que la mejor forma de sortear este desafío es volvernos mucho más eficientes cada día, buscar la excelencia constructiva y que el producto que se entregue a cada familia no solamente sea un producto que se perciba como cada vez más caro, sino infinitamente superior en calidad, confort y sostenibilidad.